
A fuerza de selfies con la palabra “cambio”, Rolando Figueroa llegó a la Casa de Gobierno jurando haber desterrado seis décadas de hegemonía sapagista. Hoy, con el anuncio de “La Neuquinidad” -una coalición de ocho sellos partidarios calcada del viejo dispositivo clientelar- el gobernador acaba de demostrar que la criatura que engendró se parece demasiado al monstruo que prometió enterrar.