¿Qué es el fascismo? Su origen y consecuencias

Un análisis de los orígenes, características y legado de una ideología autoritaria cuyas repercusiones siguen alertándonos sobre la importancia de la democracia y la libertad.

DE NUESTRA REDACCIÓN02/02/2025NeuquenNewsNeuquenNews
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Hitler, Musolini y Franco

El fascismo es una ideología política y un movimiento que emergió en la primera mitad del siglo XX, caracterizado por el autoritarismo, el nacionalismo extremo y la supresión de las libertades individuales. Surgió en un contexto de crisis política, social y económica, y sus manifestaciones han dejado profundas huellas en la historia mundial.

La actualidad

En la actualidad, la influencia del fascismo se refleja en movimientos y discursos que, sin adoptar las estructuras autoritarias completas del pasado, comparten rasgos como el nacionalismo exacerbado, la intolerancia hacia la diversidad y la exaltación de líderes carismáticos.

Estos grupos aprovechan el poder de las redes sociales y otras plataformas digitales para difundir mensajes que apelan a miedos y frustraciones generados por crisis económicas, desigualdades sociales y la percepción de pérdida de identidad cultural.

La velocidad con la que se propagan estas narrativas, en un entorno saturado de información a menudo poco verificada, permite la movilización de sectores descontentos y polarizados, debilitando la confianza en las instituciones democráticas y dificultando un debate público equilibrado.

Ante este panorama, es esencial fortalecer la educación cívica, promover el diálogo inclusivo y reafirmar los valores democráticos para contrarrestar el resurgimiento de ideas autoritarias y preservar la convivencia basada en el respeto y la diversidad.
 
 En este artículo, se analizarán en detalle los orígenes, características, manifestaciones y consecuencias del fascismo, tanto en el ámbito histórico como en el legado que ha dejado en la actualidad.

El fascismo en la Argentina

En Argentina, el fascismo ha dejado una herida profunda y dolorosa en la memoria colectiva, manifestándose tanto en episodios históricos de violencia y represión como en resurgimientos contemporáneos de discursos excluyentes. Durante las décadas de 1930 y 1940, y especialmente en los períodos más oscuros de la dictadura militar, corrientes autoritarias se impusieron a través de la brutal supresión de la disidencia, la censura sistemática y el exterminio de quienes se atrevieron a oponerse a un régimen que buscaba imponer una visión única y opresiva de la nación.

Hoy en día, a pesar de contar con un sistema democrático, siguen apareciendo voces que, de forma velada o abierta, promueven la xenofobia, el odio y la intolerancia, recordándonos que la ideología fascista puede resurgir bajo nuevas formas. Esta persistente amenaza exige una respuesta enérgica y decidida: una defensa inquebrantable de la pluralidad, el respeto a los derechos humanos y la memoria histórica, como antídoto contra cualquier intento de revivir pasados autoritarios y destructivos.

Orígenes e historia del fascismo

Contexto histórico

El fascismo surgió en Europa tras la Primera Guerra Mundial, cuando las naciones se encontraban sumidas en la incertidumbre, el desempleo, la inestabilidad política y el resentimiento derivado de tratados de paz considerados injustos. La desilusión con las democracias liberales y el miedo a la propagación de ideologías opuestas, como el comunismo, propiciaron la aparición de movimientos que prometían orden, unidad y renacimiento nacional.

Aparición en Italia y otros países

El término “fascismo” proviene del latín fasces, un haz de varas que simbolizaba el poder y la autoridad en la antigua Roma. Benito Mussolini, fundador del Partido Nacional Fascista en Italia, fue el principal impulsor y símbolo del fascismo en Europa. Su ascenso al poder en 1922 marcó el inicio de una era en la que la política se regía por un liderazgo carismático, el culto a la personalidad y la eliminación de la oposición política.

A partir de Italia, el modelo fascista se extendió a otros países. En Alemania, Adolf Hitler y el Partido Nazi adoptaron una versión del fascismo combinada con teorías raciales y antisemitas, lo que desembocó en uno de los episodios más oscuros de la historia, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Otros regímenes autoritarios en Europa y en diferentes partes del mundo también incorporaron elementos del fascismo, adaptándolos a sus contextos nacionales.

Características fundamentales del fascismo

El fascismo se distingue por una serie de rasgos ideológicos y prácticos que lo diferencian de otros sistemas políticos. Entre las características más destacadas se encuentran:

Nacionalismo extremo

El nacionalismo es el eje central del fascismo. Este movimiento exalta la identidad nacional por encima de cualquier otra consideración, promoviendo la idea de una comunidad homogénea que debe ser protegida de influencias externas o de elementos internos considerados “enemigos” del Estado. Se construye una narrativa de superioridad y, en ocasiones, se fomenta el racismo y la xenofobia.

Autoritarismo y centralización del poder

El fascismo rechaza la pluralidad política y el debate democrático. La concentración del poder en un líder carismático y en un partido único es fundamental. Este líder es presentado como el salvador de la nación, capaz de resolver las crisis y de imponer un orden “nuevo”. La eliminación de instituciones democráticas y la represión de la oposición son prácticas comunes en los regímenes fascistas.

Militarismo y violencia política

El uso de la violencia y la intimidación es una herramienta habitual del fascismo para consolidar el poder. Organizaciones paramilitares y escuadrones de choque fueron empleados para amedrentar a opositores y para imponer el orden ideológico. La exaltación de la fuerza y el heroísmo militar contribuyen a la construcción de una imagen de poder y determinación nacional.

Propaganda y control cultural

El control de los medios de comunicación, la educación y la cultura son pilares esenciales en la construcción del discurso fascista. Se utiliza la propaganda para difundir la ideología oficial, creando mitos y símbolos que refuerzan la unidad nacional y la imagen del líder. La censura y la persecución de intelectuales, artistas y periodistas son estrategias para evitar la disidencia y mantener un pensamiento único.

 
Manifestaciones históricas y ejemplos concretos

Italia: El régimen de Mussolini

Bajo el liderazgo de Benito Mussolini, Italia se transformó en un estado autoritario en el que el Partido Nacional Fascista impuso una fuerte centralización del poder. La política interior se caracterizó por la supresión de partidos opositores, la censura y la propaganda masiva. En el ámbito internacional, el régimen fascista italiano se alineó con políticas expansionistas, lo que eventualmente lo llevó a participar en conflictos como la Guerra Civil Española y, posteriormente, en la Segunda Guerra Mundial como aliado de la Alemania nazi.

Alemania: El Tercer Reich

El ascenso al poder de Adolf Hitler y del Partido Nazi en Alemania llevó a la instauración de uno de los regímenes fascistas más notorios de la historia. Combinando el nacionalismo extremo con teorías raciales, el nazismo persiguió y exterminó a millones de personas, especialmente judíos, en un intento de “purificar” la nación. El impacto de este régimen se manifestó en la devastación de la Segunda Guerra Mundial y en el trauma colectivo dejado por el Holocausto.

Otras manifestaciones

Aunque Italia y Alemania son los ejemplos más conocidos, otros países experimentaron formas de autoritarismo y populismo con rasgos fascistas. En España, el régimen de Francisco Franco, aunque con características particulares, compartió elementos como el autoritarismo y el nacionalismo. Asimismo, diversas corrientes políticas en distintos momentos históricos han recurrido a discursos y prácticas que recuerdan al fascismo, lo que ha generado debates sobre su influencia y sus consecuencias en la política contemporánea.

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 El fascismo moderno y sus nuevas manifestaciones: Trump, Milei y Netanyahu en el escenario global

El fascismo moderno no es una réplica exacta del modelo clásico del siglo XX, sino una adaptación a las dinámicas del siglo XXI.

A diferencia del fascismo histórico, que se basaba en un Estado totalitario, una estructura militarizada y un control absoluto de la economía, el neofascismo contemporáneo adopta una estrategia más flexible:

  • Se presenta como defensor de la libertad mientras promueve políticas autoritarias.
  • Utiliza los medios digitales y la posverdad para manipular la opinión pública.
  • Desprecia las instituciones democráticas cuando le resultan un obstáculo.
  • Recurre al nacionalismo extremo y a la xenofobia para consolidar su base de apoyo.
  • Promueve el caos como estrategia, erosionando la confianza en la democracia para posicionarse como única alternativa.

Este fenómeno se ve reflejado en tres figuras emblemáticas de la política actual: Donald Trump, Javier Milei y Benjamin Netanyahu, cada uno con su propia particularidad dentro de esta tendencia.

Donald Trump: El populismo de derecha como modelo de poder

El expresidente de EE.UU. es uno de los máximos exponentes del fascismo moderno.

Su estrategia se basa en:

✔ Desacreditar a las instituciones democráticas, presentándose como víctima de un "Estado profundo" que conspira contra él.
✔ Promover un discurso ultranacionalista con el lema "Make America Great Again", apelando al resentimiento de las clases trabajadoras blancas.
✔ Legitimar el uso de la fuerza contra opositores, como se vio el 6 de enero de 2021 con el asalto al Capitolio.
✔ Usar la posverdad como arma política, difundiendo fake news y teorías conspirativas.

Trump ha demostrado que el neofascismo no necesita eliminar la democracia, sino instrumentalizarla a su favor. Su posible regreso a la Casa Blanca en 2024 es un punto de inflexión para la estabilidad democrática de EE.UU.

Javier Milei: El ultraliberalismo como excusa para el autoritarismo

A diferencia de Trump, que representa el fascismo nacionalista clásico, Milei introduce una nueva variante: el neofascismo ultraliberal. Su retórica se construye en torno a:

✔ Destruir el Estado para concentrar poder en pocas manos.
✔ Promover el caos económico con medidas drásticas que benefician a grandes corporaciones y debilitan la clase media.
✔ Atacar a la prensa, la educación pública y los derechos sociales, acusándolos de ser parte de una conspiración "socialista".
✔ Utilizar la violencia simbólica contra opositores, descalificando a periodistas, académicos y activistas con insultos y deslegitimando sus voces.

Milei es un experimento de ultracapitalismo con tintes autoritarios, que se presenta como una "revolución" mientras concentra poder en sectores financieros y militares.

Benjamin Netanyahu: El autoritarismo con justificación religiosa

El caso de Netanyahu es diferente, ya que no se presenta como un "outsider" ni un revolucionario, sino como el guardián del orden y la seguridad en Israel. Sus tácticas incluyen:

✔ Uso del miedo al enemigo externo (Palestina, Irán) para justificar políticas autoritarias.
✔ Militarización extrema del gobierno, fusionando la política con las fuerzas de seguridad.
✔ Erosión del poder judicial, intentando modificar leyes para protegerse de procesos de corrupción.
✔ Justificación del uso desmedido de la fuerza en los territorios ocupados, apelando a una narrativa de supervivencia nacional.

Netanyahu ha llevado a Israel a una crisis institucional sin precedentes, transformando la democracia en un régimen autoritario bajo el pretexto de la seguridad nacional.

Un modelo que se expande

Trump, Milei y Netanyahu representan tres caras del neofascismo moderno:

📌 Trump usa el populismo para destruir la confianza en la democracia.
📌 Milei adopta el ultraliberalismo como fachada para desmantelar el Estado.
📌 Netanyahu combina militarismo y religión para justificar políticas autoritarias.

Cada uno de estos líderes demuestra que el fascismo del siglo XXI ya no necesita tanques en las calles: le basta con redes sociales, propaganda digital y la crisis de la democracia para avanzar.

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