La nueva rendición: Argentina cede soberanía en nombre de la geopolítica atlántica

Esta semana, The Economist reveló que Argentina y el Reino Unido mantienen un “diálogo secreto” en materia militar, con el aval de los Estados Unidos. Mientras tanto, el sitio Agenda Malvinas denunció un presunto acuerdo “deshonroso” en defensa que involucra la compra de equipamiento británico y una peligrosa normalización de relaciones con el país que aún ocupa ilegalmente nuestras Islas Malvinas. El telón de fondo: la creciente militarización del Atlántico Sur con la excusa de contener a China y Rusia.

DE NUESTRA REDACCIÓN09/07/2025NeuquenNewsNeuquenNews
Argentina malvinas inglaterra

La línea divisoria entre pragmatismo estratégico y claudicación nacional ya no es difusa: se ha cruzado con decisión.

Geopolítica de los recursos y excusas globales
El Atlántico Sur no es un mar olvidado. Su importancia estratégica radica en dos factores: es la vía de acceso más directa a la Antártida —donde se disputan recursos naturales, agua dulce y minerales estratégicos— y es, junto al estrecho de Magallanes, una alternativa vital al canal de Panamá, cada vez más afectado por el cambio climático. En esa lógica, Estados Unidos, China, Rusia y el Reino Unido no ven a la Argentina como un socio, sino como un terreno a disputar o controlar.

La narrativa occidental es clara: frenar la expansión china, que avanza con infraestructura, pesca y ciencia en toda América Latina. Pero esa justificación, repetida como mantra por los generales estadounidenses que ya visitaron la Patagonia tres veces en dos años, termina funcionando como llave para una penetración geopolítica cada vez más directa, donde la excusa es China pero el objetivo real es el control físico de los corredores bioceánicos, las plataformas continentales y el acceso antártico.

Malvinas: del reclamo a la entrega
En este contexto, la revelación de The Economist de que Londres y Buenos Aires mantienen un canal de cooperación militar discreta (pero creciente) constituye un punto de inflexión histórico. No se trata ya de aceptar ejercicios conjuntos, sino de validar en los hechos la autoridad del ocupante británico. Comprar equipamiento de origen inglés —como se está evaluando— sería un giro simbólicamente devastador: un país que honra a sus muertos no firma acuerdos con quien los mató y sigue ocupando su tierra.

Desde 1833, el Reino Unido usurpa las Malvinas, y desde 1982 sostiene una poderosa base militar en Mount Pleasant con capacidad nuclear disuasiva. Toda normalización bilateral sin discusión de soberanía es, en el mejor de los casos, ingenuidad estratégica, y en el peor, traición institucionalizada.

Dependencia sin retorno: una nueva colonización
Argentina parece encaminarse hacia una situación de no retorno en su vínculo con Estados Unidos y la OTAN. Al aceptar su tutela en materia de defensa, y al integrarse como “socio global” del tratado, nuestro país profundiza su dependencia y abdica de la posibilidad de una política exterior autónoma.

Lo que está en juego no es solo quién provee nuestros radares o nuestros aviones: es quién define nuestra visión del mundo, nuestras amenazas y nuestros aliados. Y lo que es más grave, es que esa entrega se produce en medio de un proceso de desmantelamiento del Estado, endeudamiento externo y militarización de la política interna.

Soberanía no es nostalgia: es decisión presente
El argumento de que hay que “modernizar las Fuerzas Armadas” para proteger el territorio suena razonable. Pero ¿quién define de qué y de quién nos defendemos? ¿Acaso Estados Unidos no promovió el ALCA, el endeudamiento con el FMI y el espionaje regional? ¿El Reino Unido no ocupa nuestras islas? ¿Y ahora serán ellos quienes nos vendan armas y nos digan cómo vigilar la Patagonia?

El supuesto “pragmatismo” de esta política de defensa es, en realidad, una coartada para avanzar en la cesión territorial, científica y estratégica. Una verdadera política de soberanía buscaría diversificar vínculos, priorizar el desarrollo tecnológico propio, consolidar alianzas con países de la región y evitar convertirse en base de operaciones de ninguna potencia.

Conclusión: entre la bandera y la obediencia
Aceptar equipamiento británico, celebrar visitas de generales extranjeros en la Patagonia y abandonar el reclamo activo por las Malvinas no es modernizar la defensa: es rendir la soberanía por goteo. Y como en toda rendición, los caídos son los primeros olvidados.

El fantasma de China y Rusia sirve como disfraz para lo que en realidad es una ocupación consentida. La cesión silenciosa de soberanía no es un acto de paz, sino una estrategia de sometimiento sin resistencia ni memoria.

 
Fuentes citadas:
The Economist (06/07/2025). “Inside the secret military dialogue between Britain and Argentina”.
Agenda Malvinas (08/07/2025). “El gobierno argentino negocia con Gran Bretaña un deshonroso acuerdo en materia de defensa”.

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