
El Eternauta – Capítulo 7: Combate en la oscuridad: la trinchera de los vivos
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En la historia del siglo XX hay figuras que brillaron no por cuánto duraron en el poder, sino por la intensidad con que desafiaron las estructuras impuestas. Thomas Sankara, presidente de Burkina Faso entre 1983 y 1987, fue una de esas excepciones: un revolucionario africano que, en solo cuatro años, intentó cambiar el destino de un país oprimido por la pobreza, la dependencia y el colonialismo encubierto. Fue asesinado a los 37 años en un golpe de Estado orquestado por sus propios camaradas, pero su legado político e intelectual sigue vivo en miles de luchas actuales.
DE NUESTRA REDACCIÓN25/05/2025Nacido en 1949 en Yako, Sankara se formó como militar y conoció desde temprano los círculos de poder y de represión en la África francófona. Sin embargo, lo que lo distinguió fue su sensibilidad hacia las condiciones del pueblo. Estudió Marx, Lenin, Fanon y otros pensadores revolucionarios, y fusionó ese bagaje con una fuerte identidad africana. Era panafricanista, antiimperialista, feminista, ecologista, y tenía un lenguaje directo, sin medias tintas.
En agosto de 1983, tomó el poder a través de un golpe liderado por oficiales jóvenes. Lo primero que hizo fue cambiar el nombre del país, que bajo dominio colonial francés se llamaba “Alto Volta”, por uno de raíces propias: Burkina Faso, que en lengua mossi y dioula significa "la tierra de los hombres íntegros".
Una revolución contra el hambre, la deuda y la sumisión
Sankara emprendió un proyecto revolucionario inédito para África: distribuyó tierras, nacionalizó recursos, vacunó a millones de niños, redujo drásticamente el analfabetismo y limitó los lujos de los funcionarios. Él mismo fue un ejemplo: andaba en bicicleta, cobraba el sueldo de un maestro y vivía en una casa sencilla. No aceptaba autos oficiales de lujo, prohibió el culto a la personalidad y abogó por la soberanía alimentaria.
En 1987, durante una cumbre de la OUA (Organización de la Unidad Africana), pronunció un discurso que todavía resuena:
“La deuda no puede ser pagada. Si no pagamos, nuestros acreedores no morirán. Pero si pagamos, nosotros sí moriremos. Rechazar la deuda es también un acto revolucionario”.
Ese tipo de declaraciones lo aislaron internacionalmente. Francia lo observaba con desconfianza, y muchos líderes africanos lo consideraban una amenaza para el orden impuesto por las excolonias convertidas en repúblicas dependientes.
El golpe y la traición
El 15 de octubre de 1987, Sankara fue asesinado en un golpe de Estado liderado por Blaise Compaoré, su antiguo aliado y mano derecha. Compaoré se mantuvo en el poder durante 27 años, desmanteló las reformas de Sankara y reintegró a Burkina Faso a la lógica de endeudamiento y dependencia económica.
Durante décadas, el asesinato de Sankara estuvo envuelto en silencio, hasta que en 2021 se inició un juicio histórico que condenó a Compaoré (en ausencia) por su responsabilidad en el crimen. La figura de Sankara resurgió con fuerza, especialmente entre los jóvenes africanos que hoy reivindican su lucha como símbolo de dignidad y emancipación.
Un legado que trasciende fronteras
Sankara fue muchas cosas al mismo tiempo: un militar que odiaba la guerra, un político que rechazaba el poder personal, un revolucionario que promovía el cuidado del medioambiente cuando pocos hablaban de ello, y un hombre profundamente comprometido con la justicia social.
Su legado sobrevive porque plantea preguntas que siguen vigentes:
La revolución como acto de dignidad
Thomas Sankara dejó una frase que condensa su visión del mundo:
“Mientras haya hombres y mujeres de pie, ninguna causa está perdida”.
Hoy, su figura sigue inspirando no sólo en África, sino también en los movimientos sociales de América Latina, Asia y Europa. Es recordado no como un mártir, sino como un ejemplo de coherencia y coraje. Fue asesinado por querer cambiar demasiado en muy poco tiempo. Pero a veces, el tiempo de las ideas es más largo que el de los gobiernos.
La sombra de Francia en el asesinato de Sankara
Diversas investigaciones, documentos desclasificados y testimonios apuntan a que Francia tuvo un rol indirecto pero clave en el asesinato de Thomas Sankara. Su política antiimperialista, su rechazo al pago de la deuda externa y su denuncia del neocolonialismo europeo incomodaban profundamente a París, que durante décadas mantuvo una influencia decisiva en sus excolonias africanas. Sankara se negaba a someterse a esa lógica de dependencia, y su figura comenzaba a tener eco en otros países del continente.
Aunque el Gobierno francés siempre lo negó oficialmente, numerosos analistas y reportes señalan que Francia facilitó apoyo logístico y respaldo político al golpe que instaló a Blaise Compaoré, un dirigente más alineado con sus intereses. En 2017, el presidente Emmanuel Macron ordenó desclasificar archivos secretos del caso, un gesto que fue bien recibido pero que aún deja muchas preguntas sin respuesta sobre la verdadera dimensión de la injerencia francesa en aquel magnicidio.
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