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Bullrich y la "Amenaza Fantasma": Criptomonedas, terrorismo y un poco de ficción

Según el Ministerio, cuatro peligrosos financistas de Hezbollah habrían caído en las redes de la justicia tras una serie de operativos dignos de una película de acción. ¿El problema? Todo era un "poquito" exagerado.

NACIONALES01/10/2024NeuquenNewsNeuquenNews
Hezbolazo
Otro cuento de Patricia

El Ministerio de Seguridad de la Nación, bajo la dirección de Patricia Bullrich, protagonizó un curioso episodio el pasado sábado que, de no ser por la gravedad del tema, sería digno de un sketch de comedia.

En un comunicado oficial, la cartera de seguridad aseguró haber desarticulado una red de financiamiento al terrorismo vinculada a Hezbollah, con la detención de cuatro personas y el secuestro de armas y dispositivos electrónicos en varios allanamientos. ¿El problema? Todo parece ser parte de una película de acción mal escrita, porque la realidad fue mucho más modesta y, digamos, "menos explosiva".

La fiscal federal de San Francisco, María Schianni, quien tiene a cargo la causa, desmintió categóricamente el relato oficial apenas dos días después.

Según Schianni, los allanamientos sí se realizaron, pero no tuvieron nada que ver con el financiamiento de Hezbollah ni con ninguna organización terrorista. “No hubo detenidos”, aclaró la fiscal, añadiendo que lo que se estaba investigando eran operaciones con criptomonedas, un tema de gran interés por las implicaciones económicas, pero sin el dramatismo que el Ministerio había pintado.

De hecho, las cuatro personas que supuestamente habían sido arrestadas en realidad fueron trasladadas brevemente para una identificación rutinaria, un procedimiento estándar en este tipo de investigaciones.

El Ministerio había detallado en su comunicado que dos hombres y dos mujeres fueron detenidos, y que durante los operativos se habían secuestrado tres escopetas, una pistola, un rifle de aire comprimido, municiones varias, dinero en billeteras virtuales, cuadernos con anotaciones, una CPU, notebooks y siete teléfonos celulares.

No es que la información fuera totalmente falsa, pero la fiscal aclaró que este hallazgo está lejos de implicar una conexión directa con el financiamiento del terrorismo. En otras palabras, las armas encontradas, entre las que se incluyen rifles de aire comprimido, parecen más útiles para un partido de paintball que para una célula terrorista.

Pero el giro más sorprendente llega cuando Schianni señaló que aún no hay imputaciones en la causa. “No tenemos un hecho concreto para imputar a estas personas”, explicó. Es decir, que el Ministerio se adelantó demasiado al lanzar su relato sobre una operación antiterrorista, cuando ni siquiera se ha logrado delinear una hipótesis delictiva firme. La fiscal también dejó entrever que las investigaciones sobre la portación de armas están en una fase preliminar, lo que contradice el dramatismo del comunicado oficial.

Y es aquí donde la historia se vuelve más irónica: el Ministerio de Seguridad también vinculó estos operativos con un supuesto desmantelamiento de una organización que financiaba a "Hezbollah", el grupo terrorista libanés que ha estado en la mira global tras los recientes ataques de Israel. Sin embargo, Schianni sugirió que, entre la billetera virtual incautada y cualquier posible vínculo con Hezbollah, habría al menos cuatro intermediarios. Vamos, que si existiera una conexión, sería tan difusa como un teléfono descompuesto.

Lo más llamativo es el timing de esta noticia: se difundió en pleno auge de los bombardeos que Israel está realizando en Medio Oriente, tras la intensificación de sus ataques contra líderes de "Hezbollah".

El relato de Bullrich parecía querer sumarse a la ola de tensión global, colocando a la Argentina como un inesperado protagonista en la lucha contra el terrorismo internacional. Sin embargo, mientras en el otro lado del mundo caen bombas reales, aquí en Argentina el supuesto financiamiento al terrorismo terminó siendo una investigación local sobre criptomonedas con más humo que sustancia. Quizá el Ministerio de Seguridad quiso aprovechar el clima de inseguridad global para hacer sonar más dramático un operativo que, visto con lupa, tenía menos impacto que un petardo mojado.

Lo curioso es que el Ministerio decidió difundir fotos de los "detenidos" (sin mostrar los rostros, algo poco usual en los comunicados de prensa de Bullrich). Todo parecía parte de un relato épico donde la seguridad nacional había asestado un duro golpe al terrorismo internacional.

Sin embargo, lo que quedó en evidencia es que esta historia fue, por lo menos, una exageración. Las armas secuestradas, entre ellas rifles de aire comprimido, y las "pruebas" incautadas, como teléfonos y notebooks, se parecen más a los elementos de una típica investigación de fraude o lavado de dinero, que a una operación para detener financistas de Hezbollah.

El comunicado del Ministerio llegó en un momento en que el gobierno elevó los niveles de seguridad ante la amenaza de terrorismo, aprovechando el contexto internacional para darle más peso al operativo.

Sin embargo, la justicia fue rápida en corregir el relato: no había detenidos, no había una conexión clara con Hezbollah, y lo que se está investigando son posibles irregularidades en operaciones con criptomonedas, sin más.

El episodio deja una lección sobre la importancia de la precisión en la comunicación oficial, sobre todo cuando se trata de temas tan sensibles como el terrorismo. Si bien el Ministerio de Seguridad logró captar la atención mediática, lo hizo a costa de la verdad, generando una fake news que fue rápidamente desmentida. Quizá la próxima vez, Bullrich debería revisar un poco mejor los hechos antes de armar una película de acción que, al final, terminó siendo una comedia involuntaria.

Porque si algo queda claro en todo este enredo es que la máquina de dar datos inexactos sigue funcionando a toda marcha. Y mientras tanto, los supuestos financistas de Hezbollah siguen siendo, en realidad, simples operadores de criptomonedas a la espera de que la justicia determine si cometieron algún delito.

Con información de Página 12 y El Ciudadano

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