El uso electoral de un cargamento de cocaína: "Es un año de elecciones, digan que la incautamos nosotros", ordenó Patricia Bullrich en Santa Fe

Desde el Ministerio de Seguridad hicieron trascender el enojo a quienes habían filtrado la verdad: que el capitán del buque fue quien descubrió rastros de droga

NACIONALES03/05/2025Neuquén NoticiasNeuquén Noticias
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Los efectivos de la Prefectura que intervinieron en el caso del buque con cocaína en el puerto de Vicentin el jueves pasado, recibieron la instrucción de adjudicarse el hallazgo de la droga “porque estamos en un año electoral”. Como es obvio, la orden emanó del equipo de Patricia Bullrich que viajó a Santa Fe para intentar apropiarse de supuestos méritos en una inexistente operación anti-droga a la que llamaron Cereales Blancos.

Se ve que en el apuro, no le pusieron mucha creatividad al nombre. La ministra hizo trascender su enojo a quienes habían filtrado la verdad: que el capitán del buque Ceci fue quien descubrió rastros de droga en una de las tres cámaras frigoríficas del navío, se comunicó con la empresa operadora del barco y ésta dio cuenta a la justicia. En las indagatorias, uno de los filipinos detenidos se declaró culpable.

Todo lo anterior se omitió en el comunicado oficial del Ministerio de Seguridad. En realidad, Bullrich debió explicar cómo fue posible que entraran 470 kilos de cocaína por las debilitadas fronteras argentinas en las que la Gendarmería redujo sus efectivos para destinarlos a la represión de jubilados en la Ciudad de Buenos Aires. 

El juez santafesino Carlos Vera Barros y el fiscal Claudio Kishimoto indagaron a los 20 tripulantes, todos filipinos, que están en carácter de detenidos. En las últimas horas se allanaron las instalaciones de un comerciante griego en Santa Fe, que fue el que realizó la provisión de alimentos del Ceci y se supone que en una de sus barcazas se subió la droga. En el allanamiento no se encontró nada.

El show no debe parar
 
En la tarde del jueves, las autoridades judiciales no salían de su asombro. No sólo les informaron que Bullrich viajaría a exhibir el secuestro de la cocaína como una operación anti-narco, sino que todos debían hacerse presentes en la conferencia de prensa que estaría a cargo de la ministra. Como ya ocurrió en fracasados hechos anteriores -el recordado paso de Bullrich por Corrientes alineando a efectivos de las fuerzas de seguridad detrás suyo para hacer anuncios inexistentes sobre el caso Loan-, la ministra tomó el micrófono haciendo formar detrás suyo al titular de la Unidad de Información Financiera (UIF), Paul Starc. Este fue el primer organismo que recibió la denuncia de la empresa operadora del barco. También se formaron con la ministra autoridades de la Aduana, de la Prefectura --que encabezó el operativo en el Ceci-- y el fiscal Kishimoto. 

A la escenografía teatral se la completó con una exhibición de los paquetes de droga; los dos GPS marca Garmin, dos balizas que se encenderían en la noche, redes y chalecos salvavidas; todo preparado para que los estupefacientes se tiraran al agua y los narcos recogieran la carga, seguramente en lanchas. El show se completó con varios efectivos de la Prefectura custodiando la carga fuertemente armados, pero con sus rostros tapados por máscaras, para crear un fingido dramatismo.

El título del comunicado oficial tiene la obvia intención del ocultamiento. “Incautamos más de 460 kilos de cocaína en Santa Fe”. O sea, el Ministerio se adjudica los méritos, pero ni siquiera la institución, sino ella misma: “Bullrich presentó en San Lorenzo el Operativo Cereales Blancos”. No hubo operativo alguno: el capitán denunció, la empresa del barco le avisó a la UIF y al fiscal Kishimoto, éste dispuso la revisión del Ceci y gran parte de la droga se encontró donde el capitán decía que estaba.

Lo que Bullrich no dijo

Ante la difusión en los medios de cómo habían sido las cosas, este viernes la ministra tuvo que cambiar el relato. Admitió que “el capitán colaboró en la búsqueda” y que fue “una operación conjunta”. En esencia, continuó falseando los hechos.

Pero la omisión mayor es una explicación sobre cómo ingresaron a la Argentina 470 kilos de cocaína. En principio, la carga fue subida al barco desde una barcaza de provisión de alimentos para los 20 días de travesía del Ceci. De manera que la mirada estuvo puesta en ese proveedor, que fue allanado en la noche del jueves. En sus instalaciones no se encontraron evidencias.

Por lo que se sospecha desde el lado judicial, el cargamento es de la organización brasileña Primeiro Comando da Capital (PCC) que domina las cárceles de Brasil y Paraguay, y se ha convertido en el grupo narco más poderoso de esos países. La sospecha es que el cargamento se iba a tirar al agua en las afueras del puerto de Montevideo, desde donde el PCC la mete en los contenedores de los barcos que van a distintos destinos europeos. 

Lo más probable es que la cocaína, originaria de Bolivia, estaba depositada en Paraguay, pero no se puede subir a contenedores originarios de Paraguay porque el país está muy sospechado. Entonces se carga en buques de otras banderas y recién se mete en los contenedores en las afueras de Uruguay. El PCC hace todo el proceso y esa es ahora la vía más utilizada porque los puertos atlánticos de Brasil están muy custodiados. 

De todas maneras, las autoridades judiciales y la Procunar --procuración especializada en el combate al narcotráfico-- están haciendo consultas sobre el cargamento que, entre otras cosas, tiene la marca en relieve de una corona y la inscripción Your Name. Son datos que, para quien va a recibir la droga, indican el origen y la pureza. 

Indagatorias difíciles

El juez y el fiscal Kishimoto indagaban en el buque a los 20 filipinos detenidos. El único que no está en esa condición es el capitán, que hizo la denuncia cuando vio un polvo harinado en la cámara frigorífica de la carne.

Las indagatorias se tomaron en un precario inglés que es el que maneja la tripulación. Ayer, traductor mediante, el capitán dijo que no sospechaba de ninguno de sus tripulantes, pero en la investigación se orientan hacia quienes tienen mayor relación con la cocina. Sucede que, en principio, la cocaína subió con los alimentos, por una vía que no tiene mucho control, ya que es directamente desde el río.

En las indagatorias, uno de los tripulantes se hizo cargo de la droga. Dijo que había aceptado subirla, que quiso sumar a otros tripulantes, pero los demás se negaron. Su versión no fue muy creíble. Aseguró, por ejemplo, que la cocaína fue subida en el paso de ida por Montevideo, que incluso quisieron subir más, pero que él se negó. La cuestión no tiene lógica porque el Ceci iba a hacer escala en Montevideo a la vuelta, de manera que no parece posible que llevaran la droga de paseo por el Paraná. Todo indica que protege a su contacto en tierras argentinas. Respecto del destino de la droga, dijo desconocerlo, otro elemento que no parece encajar.

En principio, el fiscal Kashimoto y el juez Vera Barros dispusieron que el Ceci y la tripulación no podrán moverse por una semana. En ese tiempo, verán lo que hay en los celulares. Si no se encuentra nada en los teléfonos, permitirán que el barco y 20 tripulantes dejen el país. Sólo quedará el que se hizo cargo del delito.

Dado el antecedente de avionetas bajando en campos de Santa Fe, no se puede descartar que la carga se haya preparado en envoltorios herméticos para que no ingrese agua, en alguna localidad de esa provincia. La otra alternativa es que haya ido bajando desde Paraguay o Brasil, sin ser detectada, y se subió al barco desde el agua. El control es escaso.

Al cierre de esta edición se estaban tomando las indagatorias, aunque difícilmente salgan evidencias de las declaraciones de los filipinos. El fiscal tendrá que fijar postura y luego el juez resolverá respecto de las prisiones preventivas y el permiso de salida del barco. 

El mayor fracaso sería, una vez más, quedarse con apenas un perejil en la historia. Da toda la impresión que se buscará a quien estaba al mando de la barcaza desde la cual se subió la droga. Es la vieja historia de la detención sólo del chofer de un camión con droga, pero sin llegar nunca a los dueños del cargamento. Esos quedan muy lejos de una imputación. También habrá que determinar si la droga se preparó en algún galpón o domicilio de Santa Fe: de qué origen son los materiales de la envoltura, dónde se compraron los GPS, dónde se venden redes como las encontradas o chalecos salvavidas como los que había en uno de los bolsos. Todo indica que hay hilos de los que tirar.

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