Puertas abiertas para pocos: lo que Milei no dice sobre el acuerdo con EE.UU.

Mientras el gobierno de Javier Milei celebra el inicio del proceso para que los argentinos ingresen sin visa a Estados Unidos, el acuerdo firmado revela más gestualidad política que beneficios reales. El acceso estará limitado a una minoría, mientras se refuerza el control migratorio y se entrega soberanía a cambio de una foto.

ACTUALIDAD29/07/2025NeuquenNewsNeuquenNews
Noem Milei
Kristi Noem, Secretaria del Departamento de Seguridad norteamericano

El anuncio fue celebrado con bombos y platillos. El gobierno argentino, encabezado por Javier Milei, firmó junto a funcionarios estadounidenses una declaración de intención para que los argentinos puedan ingresar a Estados Unidos sin visa. “Un paso histórico”, dijeron. “Una muestra de confianza mutua”, repitieron. Pero como suele ocurrir en política exterior —y en la vida— lo importante no siempre está en lo que se dice, sino en lo que se omite.

Noem - Trump

La posibilidad de que Argentina regrese al Visa Waiver Program no es nueva. Ya fue parte entre 1996 y 2002, hasta que la crisis económica y el éxodo social forzaron su salida. Esta vez, el regreso suena más a gesto político que a realidad inmediata. A cambio de una foto con guiños libertarios y banderas norteamericanas de fondo, Milei selló un acuerdo que entusiasma más a los que ya pueden viajar que a quienes realmente lo necesitan.

¿Qué se firmó realmente?
El gobierno argentino no obtuvo una exención inmediata. Firmó un memorando de entendimiento, una declaración de intenciones que abre la puerta —de par en par, dicen ellos— a un proceso largo y técnico. Para que el ingreso sin visa sea efectivo, Argentina deberá cumplir una serie de requisitos exigentes:

  • Tasa de rechazo de visas inferior al 3%,
  • Pasaportes biométricos,
  • Acuerdos de seguridad y repatriación, y una cooperación activa en temas de terrorismo, crimen organizado y migración irregular.

En criollo: no alcanza con las ganas. Hay que demostrar “buena conducta migratoria”, capacidad de control interno y disponibilidad para colaborar con las agencias estadounidenses. Y aun cumpliendo todo eso, la implementación real podría tardar entre uno y tres años. O nunca, si cambia el viento político en Washington.

¿Quiénes podrán acceder y quiénes no?

El beneficio —si se concreta— no será para todos. Sólo podrán ingresar sin visa aquellos que:

  • Tengan pasaporte electrónico,
  • Viajen por motivos de turismo o negocios por menos de 90 días,
  • No hayan permanecido más allá del plazo en visitas anteriores,
  • No hayan visitado países como Irán, Corea del Norte o Siria (ni siquiera de escala),
  • Y no tengan antecedentes migratorios ni judiciales que generen alertas en los sistemas de EE.UU.

Dicho de otro modo: podrán viajar sin visa quienes probablemente ya podían hacerlo con visa. Los mismos que, en general, tienen tarjetas de crédito en dólares, estabilidad laboral, pasajes pagos, reservas en Booking y tiempo para ir de compras a Miami.

Pero no podrán hacerlo los sectores más vulnerables ni los trabajadores temporarios ni los estudiantes becados ni los que tienen familia en situación irregular. Es decir, la Argentina que migra por necesidad, no por turismo. Esa queda afuera, otra vez.

Una jugada política con bandera ajena
Milei lo sabe. La medida, más que un beneficio concreto e inmediato, es un gesto de alineamiento. Una pieza más en el rompecabezas de su diplomacia militante hacia los Estados Unidos —y más precisamente, hacia Donald Trump— con quien comparte afinidad ideológica, populismo de mercado y desprecio por las formas.

El anuncio también le sirve para alimentar el relato de que Argentina “vuelve al mundo”, aunque ese mundo, en rigor, ya estaba abierto para quienes tienen recursos. El gobierno lo presenta como una victoria geopolítica, pero en el fondo es un premio consuelo para una elite con pasaporte al día y un mensaje de disciplinamiento migratorio para el resto.

Detrás de la retórica de la “libertad”, se esconde el control. Porque si algo caracteriza al programa Visa Waiver es su minuciosa base de datos, su cruce de información instantáneo, su vigilancia tecnológica y su capacidad para filtrar, con precisión, quién entra y quién no. La libertad, como siempre, es para algunos. Para los otros, hay visa… o rechazo.

¿Y ahora?
El trámite está iniciado, pero el camino es largo. Las próximas etapas requerirán reformas migratorias, intercambio de datos sensibles y verificación de criterios técnicos. Todo eso, en un contexto donde Argentina enfrenta sus propios dilemas económicos, institucionales y sociales.

Mientras tanto, la imagen de Milei firmando con sonrisa de oreja a oreja junto a funcionarios norteamericanos ya recorrió los medios. El objetivo político está cumplido. La exención de visa puede esperar. O no llegar nunca.

Libertad con menos libertad

Se promete ingreso sin visa, pero se entrega soberanía en seguridad. Se habla de libertad, pero se establecen más filtros que beneficios. Se celebra como triunfo lo que apenas es un paso preliminar. Y se excluye, una vez más, a los que más necesitarían que les abran una puerta.

Si algo enseña este acuerdo es que el acceso al mundo no se mide en sellos, sino en realidades. Y la realidad —por ahora— sigue siendo que para la mayoría de los argentinos, el sueño americano todavía empieza con una visa… y con suerte.

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