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La construcción del pensamiento fascista: la trampa del "sentido común"

Cómo el uso estratégico del "sentido común" en discursos autoritarios normaliza ideas excluyentes y abre la puerta al pensamiento fascista. Un análisis desde la psicología, la sociología y la filosofía.

DE NUESTRA REDACCIÓN24/11/2024NeuquenNewsNeuquenNews
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"El sentido común"Albert Einstein

El fascismo, en sus múltiples manifestaciones, ha demostrado una capacidad inquietante para emerger y consolidarse bajo la apariencia de lo que muchas veces se denomina "sentido común". Este concepto, aparentemente inofensivo y asociado a la racionalidad práctica, puede ser manipulado para justificar políticas autoritarias, actitudes discriminatorias y discursos de odio.

A través de un análisis basado en estudios psicológicos, sociológicos y filosóficos, este artículo examina cómo se construye el pensamiento fascista apelando al "sentido común", y por qué esta lógica puede ser tan peligrosa.

El "sentido común" como arma retórica

El "sentido común" se presenta como un conjunto de creencias compartidas, intuitivas y aparentemente obvias. Según el filósofo Antonio Gramsci, el sentido común no es neutro; es una construcción cultural que refleja las ideologías dominantes. En su obra Cuadernos de la cárcel, Gramsci explica cómo el sentido común puede ser manipulado por las élites para reforzar estructuras de poder y legitimar acciones que, de otro modo, serían cuestionadas.

En contextos de ascenso del pensamiento fascista, esta manipulación se traduce en mensajes simplistas pero efectivos: "Lo que necesitamos es orden", "El problema son los otros", "Defender la patria es lo que cualquier persona sensata haría". Estas afirmaciones apelan a instintos básicos de pertenencia, seguridad y supervivencia, presentándose como incuestionables bajo el paraguas del "sentido común".

El rol de la psicología: miedo y conformidad

Desde la psicología, estudios como los de Stanley Milgram (Obedience to Authority) y Philip Zimbardo (The Lucifer Effect) muestran cómo el miedo y la conformidad social son factores claves en la aceptación de ideas autoritarias. El fascismo utiliza estos mecanismos psicológicos al construir una narrativa en la que el "sentido común" es una respuesta lógica a amenazas percibidas, ya sean económicas, culturales o de seguridad.

El miedo como catalizador:

El fascismo exacerba temores colectivos, presentando enemigos externos (inmigrantes, minorías) o internos (disidentes, críticos del régimen). Este miedo se convierte en una excusa para aceptar políticas extremas.

Conformidad y normalización:

La apelación al "sentido común" crea un marco en el que quienes cuestionan las medidas autoritarias son percibidos como irracionales o incluso traidores. La necesidad de pertenecer a un grupo y evitar el rechazo social lleva a muchas personas a aceptar ideas fascistas sin cuestionarlas.
 
Sociología: la construcción de un "nosotros" contra "ellos"

El fascismo construye identidades colectivas basadas en exclusión. Según Zygmunt Bauman en Modernidad y Holocausto, el pensamiento autoritario opera dividiendo el mundo en dos: el "nosotros", virtuoso y legítimo, y el "ellos", peligroso y prescindible. Esta lógica es reforzada por discursos que simplifican problemas complejos, como la crisis económica o el desempleo, y los atribuyen a un chivo expiatorio.

El "sentido común" juega un papel crucial en este proceso al presentar estas divisiones como evidentes. Frases como "Ellos están robando nuestros empleos" o "Nosotros somos los verdaderos patriotas" refuerzan estas identidades en términos binarios, dejando poco espacio para el matiz o el debate racional.

Filosofía: la banalidad del mal

La filósofa Hannah Arendt, en Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, analiza cómo individuos comunes pueden cometer atrocidades al seguir lo que consideran "normal" o "de sentido común" en su contexto social. Según Arendt, el fascismo no necesita héroes del mal, sino individuos que obedezcan sin pensar críticamente.

La lógica del "sentido común" desactiva la reflexión crítica al enmarcar decisiones morales en términos de funcionalidad práctica. Por ejemplo, "Es más seguro si restringimos ciertas libertades" o "Es lógico proteger a los ciudadanos expulsando a los extranjeros" se presentan como razonables, cuando en realidad enmascaran acciones que violan derechos humanos fundamentales.

 Aspectos negativos de la construcción fascista del "sentido común"

Simplificación extrema de la realidad:

El fascismo reduce problemas complejos a soluciones directas que apelan a las emociones, ignorando datos o análisis críticos. Esto impide abordar las raíces reales de los conflictos sociales.

Deshumanización de los "otros":
La lógica del "sentido común" justifica la exclusión y el trato inhumano hacia los grupos marginados, al retratarlos como amenazas para el bienestar colectivo.

Supresión del disenso:
Al posicionar al "sentido común" como incuestionable, el pensamiento fascista deslegitima cualquier crítica, etiquetándola como irracional o traidora.

Consolidación del autoritarismo:
El uso del "sentido común" naturaliza medidas autoritarias, presentándolas como inevitables. Esto debilita las instituciones democráticas y los derechos individuales.
 
Cómo resistir la trampa del "sentido común"
Para contrarrestar la manipulación del "sentido común" por parte del fascismo, es fundamental fomentar la reflexión crítica y el análisis informado. Algunas estrategias incluyen:

Educación crítica: Promover el pensamiento crítico desde temprana edad para cuestionar discursos simplistas y autoritarios.

Fomentar el diálogo plural: Crear espacios para el debate informado y respetuoso, donde se analicen los matices de los problemas sociales.

Visibilizar las consecuencias: Mostrar los impactos negativos del pensamiento autoritario, como la pérdida de derechos y la exclusión de minorías.

Defender las instituciones democráticas: Garantizar la independencia de los medios, el poder judicial y los organismos internacionales como contrapesos al autoritarismo.
 
Un llamado a la conciencia crítica

El "sentido común", cuando es manipulado, se convierte en una herramienta poderosa para el pensamiento fascista. Bajo su apariencia de obviedad, puede normalizar la exclusión, justificar el autoritarismo y desactivar la reflexión crítica. Como sociedad, es nuestra responsabilidad identificar estas dinámicas y resistirlas a través de la educación, el diálogo y la defensa de los valores democráticos.

El fascismo prospera en la pasividad y la conformidad. La resistencia comienza cuando nos atrevemos a cuestionar lo que se nos presenta como "evidente".

Como dijo Hannah Arendt, "El mayor mal del mundo es el mal cometido por nadie, por seres humanos que se niegan a pensar".

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