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La amistad reflejada en una historia de Dolina

Aquí Alejandro Dolina encuentra y narra, lo que tal vez sea la síntesis de la amistad reflejada en un picadito de futbol.

ACTUALIDAD19/07/2023NeuquenNewsNeuquenNews
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"Más vale compartir la derrota con los amigosque la victoria con los extraños o los indeseables».

Tener amigas y amigos es sinónimo de pasión, de complicidad y de códigos compartidos. Es abrazarse a la convicción de que no estamos ni estaremos solos, pero por sobre todo en esos momentos difíciles, cuando la vida se pone fulera.

No hay dudas de que siempre es mejor juntarse a celebrar, tomar un vino o unos mates, pero donde más se juega la profundidad de un vínculo es en la capacidad de escucha y comprensión.

Eduardo Galeano, en Los hijos de los días, cita a Carlos Fonseca Amador, quien decía que “amigo es el que te critica de frente y te elogia por la espalda”.

Los amigos nunca me juzgan, sí te cagan a pedos, te invitan a pensar, te cuidan. Cultivar la amistad es prestarle atención a los detalles y apostar a la reciprocidad, no matemática, sino unida y vuelta motorizado por los deseos y las necesidades.

En su relato Instrucciones para elegir en un picado, Alejandro Dolina descifra el mundo de los adultos y de las lealtades, de las encrucijadas y de la toma de decisiones... Mirando lo que hacen los niños.

«Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo se reúne para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quiénes integrarán los dos bandos. (...)

Se supone que los más diestros serán elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos. Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances. El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida. Sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocerá su verdadera posición en el grupo. (...)

Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector, observó que sus decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacía preferir compañeros que reunían ciertas cualidades. Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba era jugar con sus amigos más queridos. (...)

El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán.

Un equipo de hombres que se respetan y quieren es invencible.

Y, si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos que la victoria con los extraños o los indeseables».

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