"El amor después del amor": un viaje al pasado criticas a la exitosa serie de Netflix

La realización de Mandarina Contenidos no tiene pretensión de verdad irrefutable. Apenas es una mirada -oficial- sobre un momento en la vida de Fito Páez, adaptada a las lógicas audiovisuales que impone el formato que reina en la actualidad

ACTUALIDAD - CULTURA 05 de mayo de 2023 Neuquén Noticias Neuquén Noticias
El amor despues del amor 20 años
"El amor después del amor" la Biopic de Fito Paez Serie que se transmite por la plataforma Netflix

La serie se interna en la intimidad del rock nacional de los ochenta. 
 
El amor después del amor, la serie de Netflix que a una semana de su estreno se convirtió en una de las más vistas en lengua hispanohablante de la plataforma a nivel mundial, y que tanta polémica levanta entre propios y extraños, es un viaje al pasado. Primero, al de un chico rosarino que se crió con la ausencia de su madre como una marca fuerte, condicionando sus vínculos con su papá y su tía y tía abuela.

También es un viaje a la vida y la mente de un músico que a muy temprana edad tuvo la dicha (y el talento) de codearse con las grandes figuras del rock nacional, desde Charly García hasta Luis Alberto Spinetta, pasando por Fabiana Cantilo y Juan Carlos Baglietto, en esos 80´s que fueron reviente pero también creación y esperanza. Y fundamentalmente es el recorrido personal y profesional de un artista que luego de pasar turbulencias, tragedias y pesares tocó el cielo con las manos cuando publicó el disco más vendido de la historia del rock nacional. Una travesía personal y artística que la serie tiene el don de hacer que trascienda la figura de Fito Páez, invitando a los espectadores a recorrer su propia historia a través de la vida temprana del músico.

El amor después del amor no es una simple biografía llevada a la pantalla: es una autobiografía, curada y basada en el libro de memorias Infancia y juventud (Ed. Planeta), que Páez publicó el año pasado. Esas memorias son el sustento del que la ficción parte para contar el mundo íntimo y público del musico rosarino.

No todo su universo, sino el de un período determinado de su vida, ese que va desde comienzos de la década del setenta hasta 1993, cuando se consagró popularmente llenando el Estadio de Vélez. Lo que “pudo haberse filmado” sobre aquél período o lo que “no se contó” corre por cuenta de la expectativas de cada quien, aunque parte de un absurdo: toda biopic es un recorte sobre la vida de alguien. No existe obra -ni audiovisual ni literaria- que pueda abarcarlo todo. Mucho menos conformar a quienes formaron parte de esa época. La serie no tiene pretensión de verdad irrefutable. Apenas es una mirada -oficial- sobre ese tiempo, adaptada a las lógicas audiovisuales que impone el formato que reina en la actualidad.

En la serie realizada por Mandarina Contenidos, supervisada y producida por el propio músico, el retrato íntimo de la vida de Páez se entrelaza permanente con el público, a la vez que su infancia lo hace con el tiempo presente del relato. Ese recurso narrativo no solo le aporta dinamismo al relato, sino que le hace honor a la decisión artística que el propio músico llevó adelante a lo largo de toda su carrera: exorcizar los demonios de su vida personal, en cualquiera de sus dimensiones, a través de su obra artística. Si sus canciones nos contaron su historia, la serie le imprime el contexto a esas melodías que forman parte de la banda musical de la vida de muchos. Más que contar quién es Fito Páez, El amor después del amor muestra cómo fue el camino hacia la consagración y por qué el músico escribió lo que escribió.

La serie explota con acierto una verdad irrefutable: en el pasado de Fito se refleja el de muchos. La muerte de su madre por un cáncer fulminante del que Páez confiesa sentirse culpable, el cálido pero tenso vínculo con su padre, la hermosa relación que entabló con su abuela y su tía abuela, el dolor y la posterior depresión (que solo pudo atravesar a fuerza de alcohol y pastillas) que le provocó el asesinato de ambas, y las intensas e inspiradoras relaciones con Fabiana Cantilo y Cecilia Roth, sus dos grandes amores, son el eje de una trama que tiene final feliz. Cual cuerda de guitarra en pleno concierto, la fibra emocional se ejercita permanente e inevitablemente entre quienes vivieron esos años de luces y sombras, ilusiones y desencantos.

La puesta artística de la serie, con una recreación de época impecable, potencia el impacto emocional de los espectadores. El fin de la dictadura, la recuperación democrática y el rock como medio para cambiar y mejorar el mundo en la añorada e intensa década del ochenta, hacen lo suyo. Por si no bastara ese cóctel, también están las canciones, los conciertos y las giras, la intimidad del rock nacional de los ochenta y sus vínculos con grandes figuras, desde Charly García a Luis Alberto Spinetta, pasando por Juan Carlos Baglietto y la trova rosarina, sus vínculos con sus managers y productores musicales, y hasta con el cubano Pablo Milanés. El Parakultural, La esquina del sol, Alejandro Urdapilleta, Batato Barea y Humberto Tortonese, Hilda Lizarazu y Los Twist, Virus y Andrés Calamaro, Sandra Mihanovich y Celeste Carballo: sobran las apariciones y, con ellas, los recuerdos.

Entre las virtudes de El amor después del amor sobresale el acertado casting, cuyas interpretaciones realmente impresionan. Ivos Hochman se ajusta a los cambios físicos y anímicos de Páez en esos años que van de la adolescencia a la adultez del músico, de la incredulidad iniciática a la consagración, de la oscuridad a la felicidad. Micaela Riera parece separada al nacer de Fabiana Cantilo, con un parecido físico y actitudinal que impacta. El Luis Alberto Spinetta de Julián Kartún deslumbra por la precisa y delicada interpretación de los modos y tonalidades del músico.

Aún sin la expresión vocal de Charly García, Andy Chango recrea con verosimilitud sus estadios emocionales. Tampoco desentonan Joaquín Baglietto encarnando a su padre Juan Carlos y Daryna Butryk como Cecilia Roth. Sería injusto el repaso del elenco sin destacar la interpretación de Martín “Campi” Campilongo como Rodolfo Páez, el padre de Fito: en su figura, principalmente en sus silencios, descansa buena parte del relato de la serie.

Si bien a El amor después del amor se le podrá achacar la elección de la mímesis para recrear situaciones y personajes, o incluso no haber plasmado una marca de autor distintiva, le basta con el viaje que cada espectador hace de aquella época y de la música de Fito para atrapar (a quienes no vivieron esos años) y emocionar (a quienes fueron contemporáneos a la obra del rosarino). Al fin de cuentas, la serie ilumina con sus claroscuros todos esos años de gente alrededor de la vida y obra de uno de los grandes músicos del rock nacional.

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