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Argentina y el espejo del mundo: radiografía de un país que exporta por debajo de su potencial

Aunque Argentina supo ser una de las economías más integradas al comercio mundial, hoy representa apenas el 0,3% de las exportaciones globales. Estancamiento estructural, concentración en productos primarios y oportunidades perdidas explican el retroceso. Este artículo propone un diagnóstico claro y realista sobre el lugar del país en el mapa económico global y cómo impacta en el bienestar de su población.

DE NUESTRA REDACCIÓN18/05/2025NeuquenNewsNeuquenNews
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Durante más de un siglo y medio, el comercio internacional fue una de las palancas más poderosas de desarrollo económico. En ese contexto, la Argentina tuvo momentos estelares —especialmente entre fines del siglo XIX y principios del XX— donde su modelo agroexportador la colocó entre las economías más integradas al mundo. Sin embargo, las inconsistencias en su política económica, los cambios en el escenario global y las propias limitaciones estructurales del país hicieron que ese protagonismo se diluyera. Hoy, Argentina participa con apenas el 0,3% del comercio mundial, un número que contrasta fuertemente con su potencial productivo y humano.

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Un presente modesto: solo el 0,3% de las exportaciones globales
En 2024, la Argentina exportó bienes y servicios por un total de 96.899 millones de dólares, ocupando el puesto 52 a nivel global. Este dato, en sí mismo, no es catastrófico, pero sí decepcionante si se lo compara con su historia, sus recursos y sus pares regionales. La participación actual del país en las exportaciones mundiales (0,3%) es menos de la mitad de su peso en el PIB global (0,7%), lo que confirma que Argentina exporta por debajo de sus capacidades reales.

El contraste regional acentúa este diagnóstico: México exporta siete veces más (2,1% del total mundial), Brasil cinco veces más (1,3%) y Chile —con la mitad de la población— supera a Argentina con un 0,4%. Esta pérdida de protagonismo se traduce en menos divisas, menor estabilidad macroeconómica y, en última instancia, menor capacidad para sostener políticas públicas que mejoren la calidad de vida.

Una estructura exportadora dependiente del campo
El perfil exportador argentino sigue siendo altamente concentrado en bienes primarios y agroindustriales. Alrededor del 50% de sus exportaciones provienen de productos como la soja, el maíz, el trigo, sus derivados (aceites, pellets, carnes), y otras manufacturas de origen agropecuario. Las manufacturas de origen industrial representan el 22,8%, destacándose el complejo automotriz. Un 10% proviene del sector de combustibles y energía, impulsado por el desarrollo de Vaca Muerta, mientras que el sector servicios —que incluye servicios profesionales, software y turismo— aporta el 17,7% restante.

Esta composición revela un patrón estructural: Argentina no logró diversificar ni sofisticar sus exportaciones. A diferencia de países que ingresaron con fuerza en cadenas globales de valor, la Argentina quedó atada a un modelo basado en recursos naturales, vulnerable a los vaivenes de los precios internacionales y con bajo contenido tecnológico.

Una historia de esplendor y declive
Entre 1880 y 1915, Argentina vivió su "época dorada" exportadora, alcanzando casi el 4% del total mundial, gracias a su capacidad para abastecer al mundo con alimentos en una etapa de fuerte urbanización global. Sin embargo, a partir de la Primera Guerra Mundial y, especialmente, tras la Segunda, la participación comenzó a caer. En 1948 era la principal economía exportadora de América Latina, pero en 2024 cayó al cuarto lugar regional, superada por México, Brasil y Chile.

Entre 1948 y 2024, mientras el comercio global se multiplicó por 32 (en dólares constantes), las exportaciones argentinas solo se multiplicaron por 4. Esta brecha evidencia la incapacidad del país para adaptarse al nuevo orden económico mundial.

Incluso durante los momentos de crecimiento, como entre 2003 y 2011, el auge exportador fue impulsado principalmente por mejores precios internacionales y no por un salto estructural en capacidades exportadoras. Desde 2007, el volumen exportado permanece prácticamente estancado, tanto en bienes como en servicios.

¿Exportar más es vivir mejor?
Esta pregunta es central para cualquier estrategia de desarrollo. En términos generales, los países más exitosos en términos de calidad de vida son aquellos que lograron integrarse productiva y sostenidamente al comercio mundial, no simplemente como proveedores de materias primas, sino como exportadores de valor agregado, tecnología y conocimiento.

En el caso argentino, el estancamiento exportador no solo limita la disponibilidad de divisas, sino que frena el crecimiento, restringe la inversión pública y perpetúa la inestabilidad macroeconómica, lo que a su vez afecta de forma directa la vida cotidiana: desde los salarios reales hasta el acceso a salud, educación e infraestructura.

Una economía cerrada o que no logra exportar lo suficiente se ve obligada a restringir importaciones, lo que encarece bienes, limita el acceso a tecnologías y restringe el consumo. A su vez, la falta de dólares profundiza la volatilidad cambiaria, encarece el crédito y aleja inversiones. En resumen, una economía con bajo dinamismo exportador tiende a ser más inestable, más desigual y más frágil socialmente.

Comparación regional: el espejo que incomoda
Mientras que México apostó por la integración con Estados Unidos (mediante el TLCAN, hoy USMCA), Brasil y Chile se insertaron agresivamente en mercados asiáticos, consolidando sus ventajas en minería, alimentos y energía. Argentina, en cambio, ha oscilado entre modelos proteccionistas y aperturas espasmódicas, sin una política sostenida de inserción inteligente.

Además, los países que exportan más suelen tener economías más formales, sectores privados más dinámicos y un Estado con mayor capacidad de planificación, elementos que también inciden en la calidad de vida. La Argentina, con su estructura dual (formal/informal) y su sistema de incentivos distorsionado, enfrenta mayores dificultades para traducir crecimiento económico en bienestar social.

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Claves para una estrategia exportadora de largo plazo
Revertir esta situación no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Argentina cuenta con sectores con alto potencial: energía no convencional, agroindustria de precisión, servicios basados en el conocimiento, biotecnología, economía del litio, entre otros. Sin embargo, para transformar esas oportunidades en flujos exportadores sostenibles, hace falta un acuerdo de largo plazo, que garantice estabilidad, reglas claras, inversión en infraestructura y políticas de promoción comercial coherentes.

El país necesita diversificar su matriz exportadora, incorporar tecnología, apoyar a las pymes exportadoras, resolver su desequilibrio macroeconómico crónico y profesionalizar su estrategia internacional. Exportar más —y mejor— es el camino para crecer, pero también para redistribuir de manera más justa los frutos del crecimiento.

Sin estrategia exportadora, no hay desarrollo duradero

El diagnóstico es claro: Argentina exporta poco para lo que podría y necesita exportar mucho más para resolver sus problemas estructurales. Las exportaciones no son un fin en sí mismo, pero sí una condición necesaria para sostener un modelo de país que asegure inclusión, estabilidad y futuro. Los datos no solo sirven para ilustrar el pasado, sino para marcar el rumbo. Y hoy, más que nunca, Argentina necesita una brújula precisa.

 Fuente: Argendata Fundar

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