
En busca de aliados, el grupo se dirige al estadio de River. Pero lo que parecía un punto de encuentro se revela como una trampa. El capítulo más angustiante hasta el momento.
La cultura "woke" se ha convertido en un símbolo de conciencia y justicia social, enfrentando la resistencia de sectores conservadores que buscan desacreditar sus principios. Mientras el movimiento impulsa el reconocimiento de derechos y la equidad, la derecha política lo ataca como una amenaza, revelando su temor a perder privilegios históricos.
DE NUESTRA REDACCIÓN30/01/2025En un mundo marcado por desigualdades estructurales y conflictos culturales, el término "woke" ha emergido como un símbolo de conciencia social, justicia y activismo. Aunque su significado ha sido distorsionado por sectores conservadores, su origen y evolución revelan una lucha legítima por los derechos humanos y el reconocimiento de las injusticias históricas. ¿Por qué, entonces, la derecha política ha decidido emprender una cruzada contra este movimiento?
El origen de la conciencia "woke": una historia de resistencia
El término "woke" proviene del inglés y significa "despierto". Su uso inicial se remonta a las comunidades afroamericanas en la década de 1930, cuando se empleaba para alertar sobre la importancia de estar atentos a la injusticia racial y a los abusos del sistema.
En el siglo XXI, el concepto se amplió para englobar no solo la lucha contra el racismo, sino también la defensa de los derechos de las mujeres, las diversidades sexuales, el ambientalismo y la lucha contra el discurso de odio. En este sentido, la cultura woke no es más que un reflejo del despertar social ante problemas que han sido minimizados o silenciados históricamente.
El auge de los movimientos como Black Lives Matter, el feminismo interseccional y el activismo LGBTQ+ ha consolidado esta corriente como una nueva forma de conciencia social global. Ser "woke" implica no solo reconocer la existencia de desigualdades, sino también actuar en consecuencia para erradicarlas.
El ataque de la derecha: ¿qué hay detrás del discurso contra lo woke?
A medida que la cultura woke ha ganado influencia en el debate público, sectores neoliberales y ultraconservadores han reaccionado con una virulencia llamativa. Desde Donald Trump en Estados Unidos hasta Javier Milei en Argentina, la derecha global ha intentado demonizar el término, transformándolo en un insulto político.
En el reciente Foro Económico de Davos, el presidente argentino Milei calificó el movimiento woke como un "virus mental" y un "cáncer que hay que extirpar", repitiendo el mismo discurso de figuras como Viktor Orbán en Hungría o Giorgia Meloni en Italia.
¿Por qué tanto odio hacia un concepto que simplemente busca la equidad y la justicia social?
La respuesta es clara: el miedo al cambio y la resistencia a perder privilegios. La cultura woke cuestiona estructuras de poder que han beneficiado históricamente a los sectores más conservadores. Exige una revisión del pasado, reclama reparaciones históricas y promueve políticas de equidad que desafían el estatus quo económico y social.
Para la derecha, atacar la cultura woke se ha convertido en una estrategia política rentable. A través del miedo y la desinformación, buscan instalar la idea de que este movimiento impone una especie de "dictadura progresista", cuando en realidad lo que hace es fomentar el pensamiento crítico y la inclusión.
El verdadero peligro: el discurso de odio disfrazado de "libertad de expresión"
Uno de los mayores engaños de la ofensiva contra la cultura woke es la supuesta defensa de la "libertad de expresión". Sin embargo, lo que estos sectores realmente defienden es el derecho a discriminar sin consecuencias, a perpetuar discursos de odio y a invalidar la lucha de los grupos históricamente oprimidos.
El relato de la derecha plantea que el movimiento woke "cancela" a quienes piensan distinto. Sin embargo, la realidad muestra lo contrario: la cultura woke busca visibilizar voces que durante siglos fueron silenciadas. No se trata de censura, sino de responsabilidad social. Si ciertos discursos racistas, machistas o transfóbicos son hoy repudiados, no es por una "dictadura progresista", sino porque como sociedad hemos avanzado en términos de derechos y respeto.
El "miedo a lo woke" es el miedo a una sociedad más justa
En última instancia, la ofensiva contra la cultura woke es una reacción desesperada ante el avance de una sociedad más igualitaria. El discurso de la derecha no busca defender la libertad, sino frenar el cambio y sostener privilegios.
Ser woke no es una moda ni una ideología extrema. Es simplemente estar despierto a las injusticias, ser crítico con las narrativas dominantes y defender la igualdad como principio fundamental.
El uso de la religión como herramienta contra lo woke
Uno de los mecanismos más utilizados por los sectores conservadores para combatir la cultura woke ha sido la instrumentalización de la religión. Desde grupos evangelistas en Estados Unidos hasta sectores ultraconservadores en América Latina y Europa, se ha intentado construir una narrativa en la que lo woke representa una "amenaza" para los valores cristianos y la familia tradicional.
Líderes religiosos y políticos han promovido la idea de que la lucha por la diversidad, los derechos LGTBQ+ y el feminismo son una "imposición ideológica" que atenta contra las creencias religiosas.
Este discurso ha sido clave en la movilización de sectores religiosos fundamentalistas, quienes han impulsado campañas contra la educación sexual integral, los derechos reproductivos y la equidad de género, argumentando que el progresismo es una forma de "adoctrinamiento".
Sin embargo, lo que realmente está en juego no es la fe, sino el uso de la religión como una herramienta política para frenar avances en derechos humanos y consolidar un modelo de sociedad basado en la exclusión y la subordinación de ciertos grupos.
La verdadera pregunta no es si el mundo "se ha vuelto demasiado woke", sino si queremos retroceder hacia un modelo de sociedad donde la discriminación y la desigualdad sigan siendo aceptadas como norma.
En busca de aliados, el grupo se dirige al estadio de River. Pero lo que parecía un punto de encuentro se revela como una trampa. El capítulo más angustiante hasta el momento.
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