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Putín no es idiota ¿Biden sí?

Estados Unidos vive una guerra perpetua, sea esta, bélica, financiera, comercial o tecnológica

COLUMNISTAS09/12/2022 Lic. Alejandro Marcó del Pont
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Zeus deseaba castigar a los hombres después de que Prometeo les entregara el fuego robado del Olimpo. Para eso, y por orden del mandamás, Hefesto fabricó una mujer de arcilla, llamada Pandora, y se la entregó como regalo a Epimeteo, hermano de Prometeo. Al casarse con Epimeteo, Pandora recibió de los dioses una caja  y, con ella, la instrucción de no abrirla jamás. Pero los dioses dotaron a Pandora con el don de la curiosidad. No pudo evitar abrir la caja y dejó escapar todos los males del mundo con los que Zeus deseaba castigar a los hombres. Viendo el desastre, Pandora se apresuró a cerrar la caja antes de que escapase el último elemento: la esperanza, único don benefactor que los dioses habían guardado allí.

El papel que Zeus (EE.UU.) es marcar la línea de separación entre los dioses y los hombres. Pandora (Europa) nos recuerda a Eva, solo que la mujer bíblica no trae los males al mundo, pero le abre la puerta al Mal.

Desde la retirada de Washington de Afganistán, la guerra de Ucrania, la venta de submarinos a Australia (AUKUS), las restricciones de comercio y controles de exportación de alto nivel para supercomputadoras y semiconductores a China, pasando ahora, por la creciente disputa sobre la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que ofrece incentivos fiscales y subsidios a las empresas ambientalmente responsables.

Ante cada nuevo desaire americano, los europeos expresan conmoción, frustración, consternación, pero sobre todo desorientación, como si no entendieran quién es su socio.

¿Cómo podría Washington dejar de consultar a sus aliados, o al menos, informarles de sus planes?

La respuesta estadounidense siempre es una variante de: Lo siento mucho, ni siquiera pensamos en eso. Estados Unidos sigue firmemente enfocado en lo que la mayoría percibe como su principal desafío existencial: China. En esa ecuación, Europa es a menudo una ocurrencia tardía o un derrumbe doloso. Es solo que muchos en ese lado del Atlántico no han captado el mensaje, o sacado conclusiones de lo que significa para el futuro del bloque, prefieren en cambio, representar un guión de indignación y protesta.

El problema es que mientras la UE avanza a toda velocidad hacia la próxima crisis económica,  Biden hace rodar una bomba de relojería bajo las sillas de los europeos con un nuevo programa proteccionista. Este funcionará extraordinariamente rápido. La llamada “Ley de Reducción de la Inflación” (IRA) entrará en vigor a partir del 1 de enero de 2023. La ley contra la inflación tiene como objetivo inyectar U$S 369 mil millones en fondos a empresas que produzcan en los Estados Unidos. El programa es muy atractivo para las empresas europeas porque se suma a los precios de la energía mucho más baratos en EE.UU.

Desde la guerra de Rusia contra Ucrania, los precios de la energía se han disparado en el viejo continente, pero solo han aumentado ligeramente en los Estados Unidos. La asociación de precios altos de la energía con subsidios a la producción está realizando un ataque por duplicado a la economía europea, y a la alemana en particular.

La IRA está promocionando y seduciendo a empresas del mundo de tecnología ambiental, como los automóviles eléctricos Tesla y Ford, que se beneficiarán de su implementación, pero pasará lo mismo con BMW, WV y Renault solo si trasladan su producción a territorio estadounidense. El Financial Times informa que numerosas empresas ya se están preparando para trasladarse porque la producción en Europa ya no les resulta económica. 

Esto significa que está creciendo el impulso en Berlín para un Plan B radical. En lugar de una guerra arancelaria abierta con Estados Unidos, la opción cada vez más discutida es romper el clásico libro de reglas del libre comercio y jugar con Washington su propio juego, canalizando fondos estatales hacia Europa. Francia ha sido durante mucho tiempo el principal defensor del fortalecimiento de la industria europea con la generosidad del Estado, pero, hasta ahora, los alemanes, económicamente más liberales, no han querido lanzar una carrera de subsidios contra Estados Unidos.

El primero de los problemas que tiene Europa en este juego no es solo la falta de gas, que EE.UU. intentó sustituir y no se dio abasto, realizando un monumental negocio, sino que los precios a los que se vendían pasaron según la Administración de Energía norteamericana (EIA) en su informe de noviembre de U$S 1.6 el metro cubico en 2020 a U$S 6.75 en promedio en 2022, lo que desbarató la producción europea, pero, sobre todo, terminó con el modelo alemán de negocios.

Los costos en las plantas europeas deben reducirse permanentemente debido a la triple carga de lento crecimiento, altos costos de la energía y exceso de regulación. Estas condiciones son desafiantes en Europa porque ponen en peligro la competitividad internacional de los productores europeos, y los obligan a adaptar la estructuras de costos lo más rápido posible y de forma permanente.

BASF dijo que los costos en sus plantas europeas deben reducirse «permanentemente» y apoya una expansión planificada en China. En los primeros nueve meses de 2022, los costos del gas natural en los sitios europeos de BASF, que incluyen su complejo más grande en Ludwigshafen, en el suroeste de Alemania, donde fábrica de todo, desde vitaminas, espumas químicas y plásticos de ingeniería hasta pesticidas, se elevaron en aproximadamente 2.200 millones de euros.

Para tener una idea, Reuter informó en un artículo que la alta inflación y el impacto de la guerra en Ucrania han presionado a las empresas de toda Europa a considerar despedir personal o congelar la contratación. Según ellos, al menos 15 empresas, que se detallan en dicho artículo, piensan despedir a más de 10.000 trabajadores durante el año en toda la UE.

Mientras esto sucede, es un hecho que, visto con seriedad, el país que más se está beneficiando de esta guerra es Estados Unidos porque vende más gas, gasolina y armas a precios más altos. Mientras Europa intenta reducir su dependencia de la energía rusa, los países están recurriendo al gas de estadounidense, pero el precio que pagan los europeos es casi cuatro veces más alto que los mismos costos de combustible en Estados Unidos.

Cuando los líderes de la UE abordaron a Biden por los altos precios de la gasolina en EE.UU., en la reunión del G20 en Bali, el presidente estadounidense simplemente parecía no estar al tanto del problema, pues si alguien lo cree, bienvenido, porque la tormenta es perfecta para Europa.

La ley de reducción de la inflación no solo brinda Administración de Energía norteamericana (EIA) y facilidades de subsidios para invertir y producir autos eléctricos en los Estados Unidos, sino que da como resultado que la brecha en los subsidios sea abismal, pero a la vez se habilitan créditos y descuentos a quien compren autos de hasta U$S 7.500, o sea, la venta estará en Estados Unidos. Si a esto le agregamos que la energía estadounidense es más barata, pero mantiene un flujo seguro y constante, la seducción se completa.

Europa tendría problemas energéticos este año, pero el verdadero problema estará en 2024, cuando no se puedan llenar los tanques de reservas si no se tiene alternativas. En el 2022 el gas ruso siguió fluyendo, al menos permitió llenar las reservas, ¿2024 será igual?

La Ley de Reducción de la Inflación es muy preocupante y su impacto potencial en la economía europea es muy grande, pero, nuevamente, los negocios y las alianzas se entrecruzan.

El 90% de todo lo que producimos se vende a terceros, dijeron los ejecutivos de Cheniere Energy de Estados Unidos, la mayoría de nuestros clientes son empresas de servicios públicos, Enels, Endesas, Naturgys, Centricas, Engies, recitando los nombres de los principales proveedores de energía europeos.

Es un gran margen de beneficio para quien quiera que esté revendiendo esos cargamentos de GNL en el mercado mayorista de Europa, beneficiándose al igual que precio de la gasolina, pero los americanos apuntan a los beneficios europeos, no solo a las ganancias de sus exportaciones. El mayor tenedor europeo de contratos de gas estadounidenses a largo plazo no es otro que TotalEnergies de Francia. El director financiero Jean-Pierre Sbraire destacó el hecho de que el acceso de la empresa a más de 10 millones de toneladas de GNL de EE.UU. al año «es una gran ventaja para nuestros comerciantes, que pueden arbitrar entre EE.UU. y Europa”.

Esta pelea entre beneficios locales y avasallamiento extranjero es un problema.  Emmanuel Macron, el presidente del país que tiene los mayores contratos energéticos, pidió una «Ley de compras europea» para proteger a los fabricantes de automóviles en el continente frente a la competencia de China, y en respuesta al controvertido esquema de Estados Unidos para incentivar la producción nacional. No solo demandó una ley de compre europeo sino un Fondo de Soberanía Europeo para una industria “Made in Europe”.

Este fondo tendría a desarrollar una política industrial  que respalda la doble transición hacia una economía verde y digital, lo que haría que la industria de la UE sea más competitiva a nivel mundial y aumente la resiliencia de su mercado único, en áreas tan variadas como las baterías, el hidrógeno, los semiconductores y las materias primas. China está protegiendo su industria, Estados Unidos está protegiendo su industria, y Europa es una casa abierta.

Aquí, quien es más conservador y pagará con la desindustrialización, es Alemania. Las relaciones entre el presidente francés y su homólogo alemán han sido tensas en medio de desacuerdos sobre energía, defensa y economía. Pero el descontento por la legislación estadounidense parece ser un área en la que convergen, dado que ambos países albergan a importantes fabricantes de automóviles como Renault y Mercedes-Benz.

¿La Ley de Reducción de la Inflación ha cambiado todo?

A pesar de los desacuerdos energéticos, no fue hasta que Washington anunció un esquema de subsidios industriales de U$S 369 mil millones para apoyar a las industrias verdes que Bruselas entró en pánico total. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia dijo que el diagnóstico es claro: estos son «subsidios discriminatorios que distorsionarán la competencia». El ministro de economía francés, Bruno Le Maire, incluso acusó a Estados Unidos de seguir el camino del aislacionismo económico de China, e instó a Bruselas a replicar ese enfoque: “Europa no debe ser el último mohicano”.

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